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¿Empezamos?

El sesgo de aversión a la pérdida

En la vida tomamos decisiones con el objetivo de ganar. De emociones como el miedo, ansiedad, arrepentimiento e incertidumbre se deriva uno de los sesgos cognitivos más recurrentes en finanzas: la aversión a la pérdida. 

Las emociones están ligadas a la toma de decisiones y, si nos vamos hacia el mundo de la inversión, es natural que las personas busquen incrementar o, al menos, no dañar su patrimonio. 

El sesgo de aversión es la tendencia que tenemos las personas a tener más en cuenta una pérdida que una ganancia de la misma magnitud. Incluso a igualdad de importes, para las personas las pérdidas son más grandes que las ganancias. A las personas nos gusta ganar, pero ni mucho menos tanto como lo que nos molesta perder.

En 1981, los psicólogos David Kahneman y Amos Tversky realizaron un experimento que llamaron “La formulación de las decisiones y la psicología de la elección”. Con el mismo calcularon que una pérdida nos duele 2,5 veces más que el disfrute que experimentamos por una ganancia equivalente.

Detrás del miedo a las perdidas está temor del inversor a las posibles consecuencias negativas que puedan acarrear sus errores en el proceso de toma de decisiones. La principal consecuencia de este sesgo es que el inversor tiende a adoptar un perfil excesivamente conservador para evitar pérdidas.

Esto le lleva a incurrir en un coste de oportunidad y en la posibilidad de no alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, invirtiendo su dinero en cuentas corrientes, depósitos o incluso en fondos de inversión excesivamente conservadores para el horizonte temporal de su inversión y asumiendo una pérdida de poder adquisitivo debido a que la rentabilidad que podemos obtener en este tipo de vehículos rara vez supera a la inflación.